En
el calor del brasero
un
día “sentaos” a la mesa,
mi
hijo se puso hablarme
pues
se sentía poeta.
Yo
que le miro embobada y dije:
toca
madera... y él fijo
y
sin mas preámbulo
me
contó de esta manera:
Soy
un hombre afortunado
tengo
más suerte que nadie
a
pesar que de pequeño
Dios
se llevó a mi madre.
Yo
se que me quiso mucho
y
me dejó con mis abuelos,
pero
ella no dejó
de
cuidarme desde el cielo.
Como
digo
me
quedé cuidado
por
mis abuelos,
que
fueron mi vida entera
pues
los dos fueron muy buenos.
También
me quedó mi padre,
que
me dio mucho consuelo
pero
me esperaba alguien,
que
creo me la mando el cielo.
Le
doy gracias al Señor
de
noche, mañana y tarde
por
haberme permitido,
que desde
el cielo y la tierra,
me
hayan cuidado dos madres.
Juan
José Cámara Hortal y Pepa García
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